Ascenso a La Zapatilla y descenso de sima Tortiellas

Conversación “guachap” a viernes 11 de septiembre:

– Yo: Tío, mira que ruta acabo de encontrar. Trepada + rápeles tops.

– Marcos: Venga, la adjudicamos para el último fin de semana de Septiembre.

– Yo: Ok!

15 minutos más tarde…

– Marcos: Tuuu, he estado viendo la ruta. ¡Vamos a hacerla ya! ¿Cómo vas este domingo?

– Vamos palli’!

Ya os avisamos que nos retroalimentamos unos a otros; y a esta pareja de dos, se unió Raúl. No hizo falta insistirle mucho.

Nos olvidamos por una vez de los caminos trillados, de gente por todos lados, y nos disponemos a afrontar una actividad diferente, no tanto de cantidad, sino de calidad.

A las 10 de la mañana del domingo 13 nos plantamos en Candanchú, para subir a La Zapatilla (2228m), y bajar, rapelando 90m, por la sima Tortiellas.

Las primeras rampas nos hicieron sudar los excesos del sábado, y es que la hospitalidad de Raúl y su familia en tierras cercanas al Moncayo fue superlativa, así como la chuletada que nos metimos entre pecho y espalda (algunos más que otros, me incluyo en el primer grupo).

Dirección hacia el estrecho Tubo de la Zapatilla,  el cual, si sois esquiadores pro no hará falta que os lo presentemos, me digo: ¿cómo coñ… se baja por ahí?; nos colocamos el material y seguimos la línea de vida de metal, a modo de ferrata, que han instalado hace poco, pues las referencias que teníamos anteriormente era una cuerda fija en muy mal estado.

Para continuar con la verticalidad del terreno, y ascender de una manera más directa, avanzamos por la variante abierta en 2011 que desemboca debajo de la increíble chimenea que da acceso a la última parte de La Zapatilla, situándonos en “la suela” de la misma, propiamente dicha. Y es que su peculiar nombre está puesto por algo.

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Tras un andar-trepar-gatear, fantástico para los que sufren de lumbago (no es nuestro caso, por ahora) llegamos a la cima. Pero no hay mucho que festejar, allí no hay gran cosa: frío y viento, para variar. Así que bajamos dirección Tortiellas, en busca de la entrada de la sima, con sus tres rápeles de unos 30 metros cada uno.

La sima es simplemente espectacular, y nosotros, que no estamos acostumbrados a meternos en maravillas de este calibre, disfrutamos como enanos, creyéndonos no sé qué, con nuestro frontal en la oscuridad de la cueva.

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Descendemos, entre caídas de roca, tensión y risas. No hay mejor combinación para llegar al coche, cansados, pensando en la siguiente aventura.

Nos vemos en la próxima. Hasta entonces…Montaña y Pura Vida.

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“Estando siempre dispuestos a ser felices, es imposible no serlo alguna vez.”

Aquí el vídeo, cortesía de Marcos:

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