Aléjate. De verdad…

Aléjate. De verdad, corre en dirección contraria. Tápate los oídos, no le escuches ni una sola palabra más.

A aquel espectro, al amargado que te dice que no sueñes tanto y que vuelvas a la realidad. Que dejes de malgastar horas en algo que para ti es tu obsesión, pero para él es utopía.

Les falta iniciativa, tienen inseguridad, se comparan. Comparar(te) es el primer paso hacia el fracaso. Es una muestra de desconfianza personal. Y cuando mejores, estarán para recordarte lo que haces mal. Y cuando empeores, estarán para recordarte cuan mal lo haces.

Sueña, crea. Corre, trepa, enseña, escribe, cura o haz lo que te dé la gana, pero hazlo con empeño y dedicación. Con ese empeño y dedicación que no poseen los espectros, pues están muy ocupados, acobardados por ese miedo al prefiero lo que no tengo y quiero.

Pero sobre todo, por encima de todo lo demás, procura que ese amargado no te mire desde el otro lado del espejo con cara de «succionador» de sueños. Porque ese que tienes enfrente es el mayor enemigo que puedes encontrar; es el responsable de tu éxito, y de tu fracaso. De tu vida, la tuya.

Algo así escribes si intentan hacerte creer que no puedes conseguir algo, que no te creas algo que no eres o que simplemente lo que has conseguido hasta ahora no tiene demasiado mérito.

E insisten.

Te falta experiencia, piernas, material, cabeza, grado, kilómetros, energía, fuerza, conocimiento, logística, presencia.

Te sobra temeridad, valentía, impulsividad, soberbia, ideas, planes, sueños.

Te recuerdan, por si no te habías enterado, por si no eras consciente, que apuntas demasiado alto, y demasiado pronto.

Lo que no saben es que no hay mucho tiempo, y este grupo de incomprendidos quiere recorrer muchos kilómetros, visitar muchos lugares, subir muchas montañas y escalar muchas paredes.

Lo que no saben es que nos sobran ganas. Y corazón.

Pura vida.