Cuando te inscribes en una carrera de 50kms sabes de antemano que llegará un punto de la carrera en la que te va a tocar sufrir, y más, cuando es en Junio, al medio día, con 30 grados y por el desierto de Monegros…
En este punto me encontraba yo, con la incertidumbre que supone la previa a la salida de una carrera de este tipo, sin nervios pero con ganas, esperando la señal que de comienzo.
Los primeros kilómetros son mero trámite, corremos a un ritmo que no suponga un desgaste que tengas que pagar horas después, bebes sin sed para evitar deshidratarse, en las subidas bajas el ritmo y en las bajadas controlas el ritmo de carrera. Así poco a poco, gestionando el calor llego al ecuador de la carrera tras 2 horas 23min.
Salgo del tercer avituallamiento tranquilo, sabiendo que a partir de este momento cada kilómetro que avance me acercará aún más a la meta, aún estoy bastante fresco y parece que voy controlado la carrera hasta que 4kms después, un golpe de calor y la deshidratación hacen mella en mí. Comienzan las nauseas y la sensación de sed es grande, mantener el ritmo de carrera se hace imposible, aún quedan 21kms así que toca empezar a gestionar lo que viene a partir de ahora…
La clave está en dosificar la carrera y ponerse pequeñas metas. Hablar consigo mismo y hacer pequeños esfuerzos controlados. -“Subes andando y bajar corriendo a partir de ahora”, me digo. Así 4kms que está el siguiente avituallamiento. Y en este avituallamiento te sientas, coges la gorra, la empapas en agua y te hidratas correctamente.
Salgo del cuarto avituallamiento y mi siguiente objetivo es el kilometro 40. –“Sólo son 7kms más, cada vez que sales a entrenar lo haces…” pero ahí comienzan los dolores. Rozaduras en axilas y espalda. –“No pasa nada, has corrido con más dolor y no ha pasado nada” Las nauseas, si no comes nada no van a más. –“Lo que pierdes por no poder tomar gel, lo ganas con un entrenamiento de más calidad en las piernas”, -“el tiempo de 6 horas que te habías propuesto todavía es más que accesible”. En este punto empiezan a adelantarme los de la 25K –“Más gente que te anima, Marcos…” y avanzando lento llego al ansiado km 40.
En este momento, la carrera cambia por completo, la tormenta se coloca justo encima y el sol se aparta para dejar paso a una lluvia que encharca las sendas en cuestión de segundos. Dos subidas y me coloco en el último avituallamiento. Sólo 6 kilometros más y llego a meta.
Una sensación entre curiosa y graciosa me ocurre. Acostumbrado a correr más rápido soy yo quién suelo dar ánimos a la gente que doblo y van a un ritmo más lento. En este punto de la carrera nos juntamos los de la carrera de 12kms, la de 25 y muy dispersos nosotros de 50. -“Venga, que solo quedan 5kms y estás en meta, ya no es nada…” me dicen cuando me ven subiendo los pequeños repechos que quedan mientras ellos siguen corriendo. -“No es lo mismo hacer esta subida cuando llevas 45kms” contesto cuando puedo. Sus caras de entendimiento por mi situación se hacen evidentes sin que necesiten contestar.
Mi reloj marca entre 6:30-7:00min/kms en los últimos kilómetros, no es tan malo después de todo, pero una vez te ves llegando a meta la emoción se hace evidente, pones la mejor cara que puedas, alargas zancada y pasas por el arco de meta. Los calambres en las piernas no dejan saborear el haber acabado, así que cojo el coche y me voy a casa…
He sufrido, he dudado, he desvanecido, no sé, quizá el año que viene tengamos que volver a repetirla…
Marcos.