Julio.
No existe mes mejor en el año. Y los que prefieren otro no saben lo que se pierden.
No les puedes culpar. No son conscientes que julio suena a cabañas en la montaña, construidas con cuerdas de tender y ramas de todos colores, y supongo que sabores.
Tampoco saben que julio suena a trepar por árboles, jugar al escondite por la noche, mirar puntitos blancos brillantes por encima de nuestras cabezas, y conversar hasta que se seque la boca.
A construir bastones, a odiar los paseos por senderos bajo un sofocante sol, y a fiambrera con embutido dentro.
Huele a hoguera, a chaquetas quemadas, a canciones en círculo y a historias de miedo.
También tiene que oler a alcohol, humo, música, besos y abrazos.
A retrovisores rotos, porque lo que importa es lo que ocurre delante, no detrás. A rollos de paja colina abajo. Y a tantas risas como llantos. Porque no todos llantos son tristes.
A familia, de sangre, por supuesto. A Yeti, el camping de las nieves. A cartas, juegos de mesa, arcos y flechas de madera, a tirachinas y a más paseos.
Julio sabe a tu primera cima. Y también a tu primer tresmil. A tu primer rapel, a tu primer barranco, a tu primera vía de escalada. A tu primera vez de una lista infinita que vale la pena guardar en un cajón.
Sabe a ríos y pozas. A chancletas deslizándose corriente abajo, a toallas empapadas y a pezones de punta.
A montaña, qué cojones. A dejar de odiarla y aprender a amarla. A un puñado de kilómetros y desnivel. A líneas de salida; y de meta, claro. Aunque lo importante haya sido poder salir, y el camino recorrido para llegar.
Suena a inglés con acento holandés y belga. Y a francés con acento francés. Y a español con acento de todos colores y sabores, ahora sí.
Supongo que también suena a gente que pasó y dejó huella, a otros que dejaron destellos, unos cuantos que se fueron lejos, y otros pocos que se quedaron para, seguro, siempre.
Huele a reencuentro. A adrenalina y tranquilidad. A rincones mágicos que son especiales por el simple hecho de existir; y otros que lo son por haber sido testigos de momentos de completa felicidad.
Seguro que suena a paz, como no puede ser de otra manera. A recargar pilas, aunque cada vez cueste más encontrar el enchufe.
A vida, julio huele, sabe y suena a vida.
A pura vida.
David.
Buenísimo como siempre!!
Me gustaLe gusta a 1 persona