Espelunciecha (2.396 m) || Formigal

La obsesión por atarse. La manía de hacerlo. En una muestra de ego, de supervivencia, de miedo. En una señal de seguridad, o inseguridad;  en un “sigamos a la marabunta”; en un “si todo el mundo lo hace, yo también”.

Atarse, para demostrar que puedes hacerlo, aunque en realidad no tengas otra opción. O no la quieras tener.

Atarse a las obligaciones, a las responsabilidades, a la rutina. Atarse al otro extremo de la cuerda, sin pensar que hay al otro lado. Sin entender que, en la mayoría de las ocasiones, no importa el cómo, ni tan siquiera el con quién. Por qué atarse, sigue siendo la pregunta más difícil, la ecuación más compleja, la ruta más abrupta.

Mientras, esperando la respuesta, Espelunciecha, en la estación de Formigal,  se abre paso ante nosotros como objetivo común para un nuevo maravilloso día de esquí de montaña.

Javi, Blanca, Ari y un servidor, seguimos las huellas que parten de la pista azul dirección a la Glera del Anayet, por una pendiente a veces amable y otras no tanto.

En el punto donde nuestros pasos se dirigen al barranco Culivillas que da acceso a los ibones de Anayet, nos separamos del resto del equipo, que pone rumbo al corredor N del Espelunciecha.

Ante nuestros ojos, y sobre los ibones, las vistas hablan por sí mismas: Aroyeras, Vértice, Anayet, Midi… y seis costosas zetas que suben por la parte derecha de la ladera para alcanzar la arista cimera a nuestro objetivo de hoy.

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Sin esquís, recorremos los escasos metros que nos separan del punto más alto.

La bajada parece más empinada y nos exigirá más atención de lo que nos venía exigiendo en las salidas anteriores. Pero la atención no se lleva ni un ápice de disfrute, y las palas más sostenidas hacen las delicias de esquiadores novatos como nosotros.

Y mientras buscamos respuestas a nuestras preguntas, afilaremos los cantos y enceraremos las tablas. Mientras los demás buscan cómo atarse, y qué nudo les conviene más; nosotros estaremos atentos al tiempo, no vaya a ser que den bueno, y tengamos que salir al monte.

Nos leemos en la próxima, hasta entonces ya sabéis.

Libertad, y pura vida.

David.

 

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