Un 5 de agosto de 1904, a las 13:45, Pedro Pidal y Bernardo de Quirós, marqués de Villaviciosa de Asturias y Gregorio Pérez «El Cainejo», humilde pastor de una aldea (Caín) de los Picos de Europa, alcanzaban la cima virgen del Naranjo de Bulnes, o mejor dicho, Picu Urriellu.
Como la historia relata, ascendieron por su cara norte, con una simple cuerda de cáñamo, técnicas básicas de aseguramiento, sin conocimientos de la técnica del rapel, descalzo (El Cainejo) y con alpargatas (Pidal), superando los bloques más complejos mediante pasos de hombros, pero sobre todo con mucha ingenio, valor y espíritu aventurero. Por supuesto, también, con algo de inconsciencia y locura (no hay otra forma de hacer lo que otros no pueden hacer).
Gracias a la habilidad de El Cainejo en la escalada y a la tenacidad de Pidal, pudieron ascender por una ruta que a día de hoy marca una dificultad de V+, y descender sanos y salvos a suelo firme; acercando lo incomprensible e imposible al resto de los mortales.

Hace dos semanas comenzaba nuestro humilde intento a escalar el Picu por su cara sur, la más frecuentada y fácil. Lo hacíamos desde el collado Pandebano, teniendo que volver al refugio de la furgoneta a los cinco minutos de empezar la aproximación, porque una nube decidió arrojar unos cuantos litros de agua encima de nosotros.
Lo que a continuación escribo es lo que viví esos dos intensos días en los que todo apuntaba a que nada iba a salir bien:
El camino al refugio de la Vega de Urriellu es precioso, o por lo menos eso había leído. Tras el aguacero del comienzo, la típica niebla de Picos de Europa hace acto de presencia, privándonos la vista de la esbelta mole de caliza. Poco más tarde, empieza a llover. De manera progresiva, va aumentando la intensidad de la lluvia, hasta que la última media hora de recorrido acaba convirtiéndose en un sprint para llegar al cobijo del refugio. El frío, por la niebla y el agua, hace que me cueste varios minutos volver a tener algo de sensibilidad en los dedos de la mano. Así lo padece Javi también.
Nunca había sufrido un temporal así en una jornada de montaña, pero no era el día de abandonar.
El refugio empieza a llenarse, y todas y cada una de las barandillas, peldaños, bancos, y cualquier cosa que sirviera de percha, hace las de secado para el material de escalada y ropa de los grupos que hemos venido, que ya estaban y que se iban, y que les ha pillado la lluvia de igual manera.
En el «calor» del hogar (aún me pregunto por qué estando a cero grados no se puso la calefacción), las noticias no son del todo buenas: la meteo de mañana no es muy prometedora, ha llovido mucho y la pared escurre agua por todos sus costados, como así vemos en los breves momentos en los que la niebla se disipa y deja ver la impresionante pared oeste del Naranjo.
La poca y humilde experiencia que tengo en montaña, no obstante, me pide que sea cauto y que, como la esperanza es lo último que se pierde, espere pacientemente hasta el día siguiente, sin decir nada ni tomar decisiones prematuras, aún cuando el comentario que más se escucha en el refugio es: – Mañana va a estar jodida la cosa.
Al despertar, lo primero que hago es salir del refugio para ver el panorama. El día amanece como se esperaba: frío y con niebla. Parece ser que nada ha cambiado, pero el grupo está de acuerdo en acercarnos a la cara sur para, por lo menos y ya que estamos allí, ver lo que iba a ser nuestra vía.
En el collado, al resguardo de un vivac, dejamos las mochilas y sin material nos acercamos al inicio de la vía, y tras toda la aproximación con una densa niebla, ésta se esfuma, el sol aparece y deja ver toda la pared desde su base hasta la cima. Una cordada que viene por detrás decide intentarlo. Y en ese momento «exploto». Creo que hay que intentarlo. Ari lo tiene claro y Javi también.
Volvemos sobre nuestros pasos al vivac (Blanca se había quedado esperando) para recoger mochilas y preparar el material. En ese momento nos adelantan más cordadas (cuatro concretamente) que se dirigen a la Sur Directa. Mientras nos encordamos, la dichosa niebla vuelve a aparecer. Es tan densa que la primera reunión de L1 está apenas a diez metros del sueño y no se ve absolutamente nada. Con ella, también aparecen algunas dudas, pero de nuevo hoy no era el día de abandonar. Y como si, al tomar la decisión consciente de intentarlo, el tiempo nos hubiera escuchado, el sol comienza a brillar y calentar con fuerza, despejando la incertidumbre de ir para arriba o no.
Javi y Blanca se encuerdan e irán por delante de nosotros. Comienza la escalada.
El primer largo son quince metros que suben verticales hasta una pequeña travesía hacia la derecha para alcanzar una cómoda repisa donde se monta la reunión. A priori, es el largo más complejo de la vía con una dificultad de V-. Habíamos leído tantas reseñas que sabíamos lo que hacer. Cuando empiezan los famosos canalizos, meto el friend nº3 y, adaptándome a la curiosa técnica para escalar estas formaciones, alcanzo la R sin grandes sobresaltos.

Motivado por haber superado lo más difícil, comienzo L2, con una travesía de nuevo a derechas sabedores de que las regletas a utilizar estaban muy lavadas. Y no mentían. Los apoyos brillan como si estuvieran barnizados, pero el paso es fácil. Y como suele pasar, cuando crees que lo complicado está superado, la escalada te recuerda que los IV+ también hay que escalarlos. Escucho a Javi decir que de clavo a clavo hay una distancia importante y que no se puede proteger con nada (por lo menos con nada digno). Hay que superar una pequeña panza y lo miro por un lado, por otro, y no me atrevo a hacerlo. Cuando los seguros no están cerca es difícil hacer pasos que no tienes cien por cien claros. Al final, no queda otra que hacerlo, hacerlo con dudas y miedo.
El siguiente largo es corto y sencillo, comenzando por un pequeño diedro que se puede asegurar bien, y que escalamos rápido.
Los cuarenta metros del L4, de IV+, son puro placer. Posiblemente el largo más bonito de esa vía, transcurre por infinitos canalizos a escoger al gusto. Además, una vez consigues adaptarte a ese tipo de escalada (empotrando pies y cogiendo los canalizos como si de pinzas se tratasen) la progresión se convierte en una delicia.
El ultimo largo es un mero trámite de III+ para alcanzar la parte final de la pared sur. Dejamos las cuerdas y algo de material como punto de referencia para la bajada, y hacemos, ya desencordados, la canal de II que sube a la arista final.
Desde ahí, se ve nítidamente lo que queda por recorrer hasta la cima, y el mar de nubes que rodea las montañas más cercanas.

En pocos minutos alcanzo el punto más alto, toco la Virgen de las Nieves y me abrazo con Ari con unas pequeñas lágrimas en los ojos. Segundos más tarde, hacen lo propio Blanca y Javi. Y ahí estamos, los cuatro, en la cima del mítico Picu Urriellu, a pesar de las dudas y contratiempos.

Mientras bajamos, en los momentos que me quedo solo esperando mi turno en los rápeles, miro alrededor y valoro lo que acaba de suceder, además de pensar:
A pesar de ser la vía más sencilla para subir aquí, creo que hay que ir suelto en ese grado, para disfrutar como se merece de este sitio. Porque, además, salvo los puentes de roca, algún clavo suelto, y escasos friends que entran perfectamente; no creo que sea una vía que se proteja demasiado bien.
Todas las personas que te encontrabas, excepto un pequeñísimo porcentaje, estaba allí para escalar, y además habían escalado ya el Naranjo por diferentes caras. Estaban muy fuertes, iban muy rápido, y daba gusto y envidia verles como se movían. Se respiraba un ambiente escalador y montañero como en pocos sitios he podido sentir.
Lo intentamos hasta el final, exprimiendo todas oportunidades y creyendo que se podía, como al final así fue.
Para nosotros ha sido un gran paso en cuanto a escalada se refiere. Pero asusta pensar como aquellos pioneros se jugaban la vida, sin el material moderno, la seguridad de saber el camino correcto, sin la comunicación actual. Podremos subir más rápido que ellos, escalar más duro, pero en cuanto a valentía, decisión y determinación, siempre nos superarán, con creces.
Creo, Picu, que volveremos a vernos, cuando sea un poquito mejor escalador, y así quizás no tener que rodearte por la espalda para subir a tu cumbre.
Nos leemos en la próxima, hasta entonces ya sabéis: confianza, y pura vida.
David.


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