Arguis es un lugar especial. Por mucho que hayas escalado, la primera vez que lo hagas aquí sentirás que estás haciendo otra cosa diferente. Se parece a escalar, pero no es lo mismo. Y eso es maravilloso. Además, está cerca de casa; y no suele haber mucha gente. No le veo ningún inconveniente a este pequeño paraíso.
La arenisca de Arguis tiene una adherencia excelente. Si vas a «blocar» a Albarracín, lo más probable es que vuelvas sin yemas, ¿verdad? Pues lo mismo ocurriría aquí, si no fuera porque en esta peculiar escalada, es más importante confiar en tus pies que en tus manos, principalmente porque de éstas no suele haber muchas.
La primera vía que hice en esta escuela fue Sendero Límite o Vía Ralla d’as Tiñas. Tiempo pasó, hasta que el año pasado decidí volver para recorrer la Blue Velvet. Y, como si de una peregrinación se tratase, este año acudo con Ari a Con Coco y Alicates.

La aproximación no es lo suficientemente dura como para desmerecer el lugar y no querer subir, y eso que son cuarenta y cinco minutos de una cuesta infernal entre árboles, ramas y tierra. O sea, una «jabalinada» en toda regla.
Ari se anima con el primer largo. He visto a gente alucinar la primera vez que se pone a escalar aquí (yo el primero). Y, aunque parezca fácil y los largos no tengan excesiva dificultad, es importante cambiar el chip y adaptarse lo antes posible para poder disfrutar. Hay personas que lo logran, y otras que no. Y no había ninguna duda de que Ari estaría en el primer grupo.
L1 para ella. 25 metros de adherencia en placa tumbada para alcanzar la primera R. De aquí, empalmo L2 y L3 con un paso más fino antes de llegar a la reunión, donde le digo a Ari que, muchas veces, lo mejor es no pararse demasiado, pisar con la mayor superficie del gato, y tirar para arriba como una escalera.
En el L4 la escalada cambia radicalmente, y pasamos de placas tumbadas a bloques grandes, verticales y con mucho canto. Con un grado de 6a+, tanto Ari como yo lo superamos sin mucha dificultad, con algún movimiento más propio de Bulderland.

Ari abre el siguiente largo, con un primer seguro algo alejado, para plantarnos en la R del último y más complicado largo de la vía (6b+). Comienza con una salida a bloque y unos metros más sencillos hasta plantarse debajo de un extraplomo con canto pero difícil de leer (a mi modo de leer, que es bastante limitado, dicho sea de paso), que hace que me tenga que colgar para mirarlo con detenimiento.
Una vez arriba, respiramos de la paz del lugar, y en tres sencillos rápeles, regresamos al suelo.

Hablo de la magia de Arguis porque, además de disfrutar de vías de largos, lo puedes hacer de escalada en bloque, de los cuales ya he encadenado varios en las tardes de verano con Luiggi. Y de deportiva. Con él, estuvimos explorando la escuela del Mirador de Arguis, con vías similares a la pared de Bones, y una aproximación más estrambótica que la anterior. Estoy seguro que hacía mucho que no acudía gente por allí.
Pudimos encadenar V, V+, 6a+ y 6b+; que no está mal cuando vas a un lugar nuevo, donde suele haber más de exploración que de escalada.
Aquel día, después de veinte minutos echando la gota gorda, con ramas en la cabeza y tierra en los calcetines; después de habernos resbalado, perdido y encontrado el buen camino varias veces; le dije a Luiggi que cómo es posible ser tan felices haciendo algo tan absurdo.
Será la magia de Arguis. Y la magia de la escalada. Que te enseña a disfrutar de cosas tan estúpidas como querer vivir cuesta arriba.
Nos leemos en la próxima, seguramente con disfraz blanco.
Hasta entonces, ya sabéis: estupidez, y pura vida.
David.



