Todo el mundo habla de las malas condiciones en el Pirineo para el esquí de travesía. A pesar de la cantidad de nieve presente, el fuerte viento y el frío polar hace complicado el descenso sobre las tablas.
Siempre he sido de la opinión de que las peores condiciones se encuentran en casa, y que vale más sufrirlo en tus propias carnes a que te lo cuenten.
El puente de San Valero, Javi, Blanca, Ari y yo, ponemos rumbo hacia los Valles Occidentales, los más ¿castigados? por el temporal de nieve. Tras un sábado con viento y frío en el que apenas dimos un paseo por las pistas de esquí de fondo de Gabardito, nos plantamos a la tarde en el Refugio de Linza, coincidiendo allí con varios grupos de diferentes clubes de montaña.
El domingo amanece tranquilo. Con temperaturas siempre bajo cero, avanzamos sin prisa hacia el collado de Linza. El año pasado ascendimos el Petrechema, pero no pudimos hacer la circular, y nos quedamos con las ganas. El tramo previo a alcanzar el collado lo hacemos entre rachas de viento que te sacaban el calor del cuerpo en apenas segundos, e invitaban a darse la vuelta, como así hicieron varios grupos que iban por delante. La nieve aquí es pésima: tramos de hielo, con zonas de costra y venteada, por lo que decidimos continuar, deseando que más adelante la cosa mejore.
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