Jueves. Dan lluvia y frío. No nos preocupa demasiado. Viernes. Lluvia; algo menos, y las mínimas han subido cuatro grados. Dormimos como bebés. Sábado. Solazo primaveral. Escalaremos sin camiseta. Una vez más, acertamos con el tiempo. Es fácil hacerlo cuando te repites la misma frase de siempre: «La peor meteo es quedarse en casa.»
Tenemos ganas de coger la furgoneta y escalar en sitios poco o nada frecuentados por nuestra parte. Así pues, el sábado a las 11 de la mañana estamos acercándonos al sector El Casucho, en Olba. Estuve en esta escuela el año pasado y fue amor a primera vista. Ninguna vía de las que pude escalar me pareció mala, y tenía muchas ganas de volver. Y de hacerlo con Ari, por todos los requisitos que creo debe reunir una escuela para poder progresar: seguridad en el equipamiento, calidad de la roca, acceso, variedad de grado bajo…
Calentamos en el subsector Steinschleuder con «Ere que ere» (5c) y una línea a su izquierda que no aparece en la guía (6a a ojímetro). Apretamos un poco más en «Fosilizado» (6a+) y Ari monta «Catapulta» (5a) para que ambos probemos «Las chicas son guerreras» (6b) que no encadeno porque hay días que uno simplemente no quiere superar la barrera mental de atreverse a «fallar». Se asume, y se sigue.
Tras picar algo, ponemos el punto rojo a «Sísifo» (6a+) y apretamos los dientes en «Tirachinas» (6a+). Es increíble como cambia la película en función de quien haya equipado la vía. El que subestime los quintillos que se pase por Riglos.
Antes de que se vaya el sol, retrocedemos al subsector Esquina alemana, para acabar de inflar los antebrazos en una línea brutal de 6b «Mito y logos«. Cantos gigantescos en una pared que va ganando en inclinación a medida que avanzo, y que hace que llegue al último paso antes de la R sin saber ni cómo me llamo.

No nos guardamos mucha energía para el día siguiente, y es que nosotros somos más de exprimir el presente y mañana… ya se verá.
Despertamos en Montanejos y, tras un desayuno al sol de la mañana, aproximamos apenas diez minutos a la pared del Alguacil, donde nacen infinidad de vías de cuatro o cinco largos con gran variedad de largos.
Nosotros, ya que nunca habíamos estado aquí, nos decantamos por la que imaginamos es una de las más repetidas: «Parados al sol«.
L1 (V+) para Ari. Comienza por una evidente fisura/diedro que no abandonaremos hasta el último largo, y que Ari resuelve sin problema. Reunión a la misma altura de una sabina.

L2 (6a), también para Ari. Continúa por el diedro hasta realizar una travesía a la derecha en la que aprieto más de lo que me imaginaba. Si ganas altura las manos son buenas pero el parabolt te queda en los pies. Si, por el contrario, mantienes la cinta en el ombligo, las manos y pies son menos evidentes. Precioso largo, dicho sea de paso.

L3 (6a). Mi turno. Quizás el más mantenido de todos, que va de menos a más. Nos olvidamos de la fisura para superar los pasos en una placa que te va dando lo justo para disfrutar desde el mismo momento en el que sales de la R. Para mí, el largo estrella de la vía. Qué amor estoy sintiendo por la placa últimamente. Luego viajo a Morata de Jalón y se me pasa.
Acabo con L4 (IV), también en placa, para salir a la parte más alta de la pared, y descender por un cómodo sendero hasta Montanejos.
Volvemos a casa maravillados con el entorno, con las vías, y con las posibilidades de la zona. Por eso, y porque nos gusta estar siempre en movimiento, regresaremos más pronto que tarde.
Es curioso como un fin de semana en el que no he encadenado ni un 6b me llena de vida mucho más que subirme por una pared de 7a. A veces, en la escalada, como en la vida, se trata de hacer lo que sientas. Y eso, sí que es un gran «pegue».
«Se pasan la vida buscando algo que piensan sin darse la oportunidad de descubrir algo que sienten.»
Nos leemos en la próxima, hasta entonces ya sabéis: alma, y pura vida.
David.

