Brisas Perfumadas – Pared del Paso || Ansó

No eran conscientes de lo que nos regalaban. En ese paraíso, nosotros no fuimos mas que una simple cordada que tuvo el honor de pasar por allí. Unas motas de polvo. Un pez más en el océano. Un viaje efímero, en el que si no estás atento, termina.

Ellas, las montañas, las paredes, seguirán. Y cuando el paso del tiempo no nos permita volver, lo haremos a base de recuerdos. Y volaremos allí. A la inmensidad de la vertical, al verde horizonte, a la sombra proyectada de la Pared del Paso, al frío de los últimos largos y a la cálida sensación de los rayos de sol en la cara al superar los metros finales del muro; como si la vida te recordara que sólo con algo de sufrimiento puedes disfrutar de las cosas buenas. Al olor naranja enrojecido del atardecer en el largo camino de regreso.

Y así, escalar se convirtió en mucho más que escalar. Porque me niego a resumir lo que allí sentimos en un mero ejercicio atlético. Porque es bonito entender estas aventuras como minividas dentro de una vida.

L3

Pero no todo fue maravilloso. Recorrimos varias veces los senderos poco marcados hasta encontrar el correcto, y nuestras piernas muestran las heridas de los paseos entre aliagas.

En la pared, tras preparar el material, sorteamos los largos y me dispuse a abrir los dos primeros. Resultó haber más parabolts de lo esperado, aunque avanzaba reforzando cuando lo veía necesario. Un juego entre fisuras, bloques y mucho canto me hizo disfrutar, no sin esfuerzo, de mis dos tiradas en este lugar idílico. Las vistas… no os las puedo explicar.

Es Javi quien encaró L3 y alargó hasta montar reunión a los pies de una repisa herbosa que cortaba la pared en dos, y donde era mejor no tropezar. Sin desencordarnos, íbamos en busca de un diedro con dos clavos que marcaban el inicio del quinto largo.

Ya en sombra, y después de una entrada que hicimos en artificial chapucero (vamos justos con la escalada libre, como para probar otras disciplinas), Javi montó R5 justo debajo de las fisuras y diedros que nos acompañarían hasta el final.

Turno para Luiggi, que cogió la directa para coser los últimos tres largos a cada cual más bonito, y que le permitieron coger la confianza necesaria para disfrutar, de verdad, de este tipo de escalada. No creo que explicar los metros de escalada con palabras haga justicia a lo escalador que puedes sentirte pasando por allí, así que simplemente os animo a coger los bártulos, y acercaros a este maravilloso lugar. Tened la certeza de que, de una manera u otra, al bajar os sentiréis diferentes. Y si es eso lo que ocurre, habréis entendido todo lo que no soy capaz de escribir.

Por nuestra parte, esperábamos pasar miedo y pelear con esfuerzo, y allí únicamente tuvimos paz, soledad y libertad. Algo que cualquier escalador de tapia busca con anhelo.

Lo esencial en mi vida no está lejos de esto.

Nos leemos en la próxima, hasta entonces ya sabéis: libertad, y pura vida.

David.

L2

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