Carnicraba (300m/6c) al mallo Estrella || Peña Rueba

«El camino más corto entre dos puntos es la línea recta»; debieron pensar los equipadores de esta fantástica línea que recorre, por su trazado más directo y vertical, el mallo Estrella, en Peña Rueba.

Fichada desde hace un tiempo, siempre cuesta dar el paso al siguiente nivel. Y es que, a poco que hayas escalado, entiendes que en muchas ocasiones el grado máximo es lo de menos. Poco o nada tiene que ver un largo con la dificultad concentrada en un bloque a un largo de continuidad; una línea con reuniones cada treinta metros a otra con largos de más de cuarenta; metros de transición con grado confort a tiradas de sextos mantenidos; una vía repetida, con roca saneada y marcada por el magnesio a escalar con el tiento necesario para no tirar nada. No preguntes (siempre) por el grado. Valora tus posibilidades. Estúdiate. E inténtalo.

Una vez más Luiggi me acompaña en estos planes, y recorremos a ritmo alegre el sendero hasta pie de vía. Comenzaremos en la sombra, pero nuestros cuerpos ya han entrado en calor.

Sorteamos los largos, algo que no estoy muy acostumbrado a hacer, teniendo la buena (o mala) suerte de tocarme los pares. Esta vez los largos duros serán la pareja de baile de mi compañero.

Empieza L1 por terreno sencillo, encarando la línea recta hasta debajo de un muro de tres o cuatro metros. Concentrada la dificultad en este tramo, y con pasos más de placa que de canto, alcanza la reunión en una travesía hacia la derecha. En mi turno, me tiro demasiado pronto a la derecha y a punto estoy de «fastidiarla», pero queda en un error sin consecuencias.

L2 lleva mi nombre y, tras escalar su salida vertical, explosiva pero con manos generosas, la pared cede inclinación. No hay que perder tensión, porque esos pasos de placa exigen escalar concentrado. ¿Estamos en Morata?

En este punto le digo a mi cordada que me están pareciendo largos de mucha calidad, y que ojalá vayan en esta misma tónica. Ilusos, la cosa no iba a parar de mejorar.

La siguiente tirada (L3) nos deposita ya en el mallo Estrella, después de unos pasos en desplome hacia la derecha. Luiggi lo resuelve con decisión, mientras que a mí me cuesta más ver el paso, pero volvimos a salir airosos.

L4 es el único largo de transición, lo que no quita ni un ápice de belleza en sus metros. Te aproxima de lleno al circo formado por el mallo Común y el ya mencionado, con una R colgada justo debajo de la descarada verticalidad que tenemos por encima.

Hasta aquí, los brazos están con fuerza, la cabeza con ganas, y el corazón enamorado de este ambiente. Tras esta valoración de daños descansamos, cogemos aire, y vamos a por la segunda parte.

Arranca L5 con Luiggi gestionando las tres primeras chapas. Con presa pequeña, parece que se va a caer en el chapaje de la segunda cinta. Pero eso él no debía saberlo, y continúa para arriba. Van cayendo los metros. Jadea, reposa lo poco que los cantos le dejan, vuelve a resoplar. Alcanza, con un esfuerzo más que reseñable, la convexidad final previa a la reunión. Respira profundo y, con unos pasos en falso, tiene que reposar en la cinta, justo antes de llegar a la salvación.

Yo, desde abajo, y tras esa muestra de motivación y tenacidad por querer intentarlo y lucharlo hasta el final, no puedo no pelearlo hasta el final.

Avanzo en busca de un canto que me permita bajar pulsaciones, pero cuesta encontrarlo. No hay muchos. Con el sonajero de cintas en mi extremo de la cuerda, llego al paso donde Luiggi ha tenido que descansar. Tengo claro que debo desplazarme a la izquierda para alcanzar lo que intuyo son las manos correctas. Pero yo ya no sé ni como me llamo. Con el ácido láctico rebosando por las orejas, me dejo caer con la comodidad de tener la cuerda por encima, y coger el aire que mi cuerpo necesita.

Lo hemos sentido tan cerca, que era inevitable darlo todo por conseguirlo, y ahora toca «pagar las consecuencias».

La vertical continúa, y la salida de L6 me pone en mi sitio. Me resigno, sin mucha pena, a reposar en cada cinta porque me noto vacío. Me siento en la cómoda repisa para asegurar a mi compañero, en la R común a la vía «La mirada de Maite.»

Le toca a Luiggi cerrar escena. El último largo es espectacular. De nuevo, vertical pero con canto más generoso, te guía con tendencia a la izquierda en busca de las chapas blancas. Si has llegado hasta aquí con fuerzas, vas a disfrutar de otra tirada brutal.

Por nuestra parte, activamos el humilde, honorable, respetable y resolutivo modo huida, y salimos por arriba con la satisfacción de habernos dejado lo que teníamos dentro, en una pacífica batalla contra la pared, para fundirnos en un abrazo; y emprender una bajada arrastrando nuestros cuerpos hipoglucémicos hasta el punto de partida.

Qué sensación ésta, la de gastar tu energía haciendo algo que te la vuelve a cargar. Como una batería ilimitada de sueños por cumplir.

Nos leemos en la próxima. Hasta entonces ya sabéis: Batería, y pura vida.

David.

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