Vía Asterix (6a) || Olvena

Comienza a llover. El agua empieza a cubrir la pared de un color más oscuro. Hará que todo resbale, dificultando nuestros pasos de bailarina sobre la caliza de Olvena.

No era lo que Alberto y yo deseábamos para empezar a escalar. Pero a veces a la vida le importa bastante poco tus planes, así que no te queda otra que adaptarte. Y seguir.

Comienzo el primer largo de la vía Asterix, en el congosto de Olvena. Éste comienza con pasos en una placa a la que no apetece demasiado subirse si la pared se encuentra húmeda. O sí, quizás sí. Porque por eso estamos aquí. Porque queremos.

Los seguros son de lo más variados: parabolts, spits, clavos, cordinos y cintajos viejos… Una maravilla para la cabeza.

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Llego a la reunión tras atravesar una zona repleta de tierra, raíces y ramas; aseguro a Alberto y, como si el tiempo hubiera entendido que nada nos iba a amargar la escalada, empieza a salir el sol. Y a calentar.

El segundo largo lo disfruta Alberto, y no es para menos. Repleto de manos y pies por todos lados, permite moverse con soltura y descontar metros hasta llegar al paso de máxima dificultad en la vía. Lo supera sin problema, pero afirma que tiene su “miga”.

Asciendo poco a poco, saboreando los movimientos que te hacen sentir un poquito más escalador, hasta que el paso clave se me atraganta, y tengo que hacer alguna que otra pequeña trampa para superarlo. Lo intento una, dos, tres veces. Si sale, contento. Si no, también. Los años de deporte me han enseñado que el ego no sirve para nada. “Después del ego, viene la caída” se dice en escalada. Pues eso.

Abro el tercer largo, que transcurre por un diedro con algo de vegetación en su centro. Los seguros no están, ni se esperan. Apenas tres cintas pude colocar para que mi cabeza se relajara, idea imposible por otra parte.

No llevamos friends, y mis dos únicos fisureros no encajan. Pero el largo no es difícil. Lo único que hace falta es relajarse, pensar con claridad, avanzar.

Alberto finaliza la vía, y ascendemos hasta lo alto de la ferrata de Olvena, con unas vistas a su congosto espectaculares.

Nos pasamos la vida haciendo planes para mañana, mientras ésta se nos escapa entre los dedos sin aviso, sin alarma. Sin una cuenta atrás que nos diga: cuidado chaval, no te despistes.

Que el momento sea hoy. Que tu mejor plan, sea ahora. Mañana ya veremos.

Nos leemos en la próxima, hasta entonces ya sabéis: salud, mucha salud.

Y pura vida.

David.

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